Careme,
Antoine Marie (1784-1833).
Cocinero, pastelero, gastrónomo y escritor francés
nacido en París en 1784 y muerto en 1833 en la misma ciudad.
Fue el fundador de la gran cocina francesa, del
estilo clásico de cocinar, por lo que está considerado como “el cocinero de
los reyes y el rey de los cocineros”. Sirvió a la realeza europea y dejó
una extensa obra escrita dedicada a la formación de cocineros. Destacó por su
innovación en la cocina francesa con la elaboración de las llamadas pièces
montées o construcciones de pastelería que solían adornar
las mesas en los banquetes, y también inventó la cocina fría, los célebres
bufés (buffets).
Carême tenía seis años cuando tuvo lugar la
Revolución Francesa. Se crió en una familia pobre; su padre lo abandonó en la
calle cuando tenía 8 años y se refugió en un restaurante en el que empezó a
trabajar como ayudante de cocina, iniciando así su carrera. En 1798 se
incorporó a la confitería del cocinero Bailly, la primera y más famosa
pastelería de París. Mientras estudiaba allí el arte de la pastelería, aprendió
a leer y adquirió un interés por la arquitectura que más tarde manifestó en sus
creaciones, ya que diseñaba y elaboraba pasteles de trazado arquitectónico con
diferentes masas o pastas, frutas en conservas, cremas y sorbetes.
En la pastelería de Bailly compraba el príncipe de Talleyrand, que alababa
siempre su trabajo, así como el propio Napoleón. En 1805, Carême se convirtió en el cocinero de
Talleyrand, al que sirvió durante doce años. En 1813 abrió una confitería en la
Rue de la Paix. En 1816 fue nombrado jefe de cocina del príncipe Jorge IV de
Inglaterra, pero como no soportaba bien el clima británico retornó a París. Más
tarde, trabajó como jefe de cocina del emperador Alejandro de Rusia, y sirvió también al príncipe de Württemberg, el
marqués de Londonderry, la
princesa de Bagration y el barón de Rotschild.
En esta época Carême alcanzó gran fama por la
organización de banquetes militares. Su cocina era famosa por sus decoraciones
y elaboradas presentaciones, que eran calificadas de grandiosas. Solía acudir a
las fiestas como extraordinairepara
supervisar la composición de la comida y exponer sus ejemplares montajes opièces
montées. Según un convenio que imponía a sus clientes, le estaba permitido
trabajar como extra fuera
de la casa a la que servía y atender a su clientela particular. Así, pudo
conocer a muchos de los miembros de las casas aristocráticas y a los más
destacados cocineros, como el jefe de cocina Laquipièrre, su maestro e instructor.
Con este método de trabajo, lograba recabar los secretos gastronómicos de los
demás.
Carême fue un asiduo visitante de la Biblioteca y
el Gabinete de grabados del Estado, donde se dedicaba a dibujar y a copiar
motivos históricos y heráldicos. Esta afición le permitió hacer grandes
progresos con sus dibujos, así como perfeccionar sus conocimientos sobre las
costumbres de romanos y griegos. Carême supo expresar, de forma sobresaliente,
como llevar a la práctica los conocimientos que había adquirido. Sus excelentes
trabajos se podían admirar en las Tullerías, en el Ayuntamiento, en el palacio
de Talleyrand y en el Eliseo. Carême tenía una gran biblioteca, ya que compraba
todo lo que podía adquirir, y los demás libros que le interesaban los consultaba
en bibliotecas públicas y particulares. Entonces inició su actividad como
escritor sobre gastronomía, con un gran método y una auténtica obsesión por su
estilo literario. En 1829 se retiró definitivamente de la cocina para dedicarse
a escribir y a realizar estudios científico-gastronómicos. Su salud se hallaba
ya muy quebrantada. Los últimos meses de su vida guardó cama y dictó a su hija
en la casa familiar su biografía. Carême murió pobre. París le dedicó una calle
en 1894.
Heredero de una etapa en la que desde la cocina del
absolutismo se evolucionó a la ciencia de la gastronomía, sus numerosos libros
supusieron una reforma completa de la cocina, caracterizada porque los
cocineros se convirtieron en artistas, la pastelería se relacionó con la
arquitectura y el servicio de mesa conoció los refinamientos más exquisitos.
Carême creó la figura del maître perfecto,
encargado de dar instrucciones y gestionar de modo impecable el
establecimiento. Entre sus obras destacan El
pastelero real parisino (dos volúmenes), El
maître de hotel francés, tratado de los menús que se pueden servir en París,
San Petersburgo, Londres y Viena (1820), El
cocinero parisino (1828, en un volumen), El
arte de la cocina en el siglo XIX (1828-1844,
en cinco volúmenes, en colaboración con Plumerey), y El
pastelero pictórico (1842, con la decoración de 128 platos).
En El maître de hotel francés defiende
la creación de una academia cuya misión debía ser instruir buenos cocineros y
publicar una colección de obras sobre gastronomía. También compara las
distintas maneras de cocinar, la antigua y la moderna, con observaciones sobre
la frescura y calidad de los productos de cada estación, detalles sobre la
organización de menús y la manera de preparar salsas principales y secundarias,
consomés, entremeses, fritos, dulces, comida fría y dirección de cocina.
Incluye, además, una sección con vocabulario culinario que consta de una
relación de nombres de platos que se han seguido elaborando hasta nuestros
días. La preparación de menús se realiza de acuerdo con las cuatro estaciones
en ciudades como París, San Petersburgo, Londres y Viena. La obra El
pastelero real parisino es, en cambio, un práctico tratado que explica la
manera de decorar 41 platos. En ella explica como había decorado unos menús que
había preparado para el rey Jorge IV, el emperador ruso Alejandro y el congreso
de Aix-la-Chapelle.
En una ocasión, Carême hizo una confesión sobre sí
mismo que resume bien su filosofía: “No sé nada sobre la cocina francesa y
menos sobre los cocineros franceses. Ni siquiera colecciono libros de cocina
franceses. Para ser totalmente honesto, no estoy seguro de que me guste la
cocina francesa. Ahora bien, antes de que usted me pegue en la cabeza con un
fideo húmedo, déjeme que me explique. Cuando cocino, yo principalmente invento.
No sigo recetas, rara vez hago algo igual la segunda vez. Para mí, cocinar es
crear, es como jugar, algo fascinante y místico. Me gusta saborear y disfrutar
el resultado; soy un desafiador del diablo. Me protejo a mí mismo con lo que ya
conozco, utilizo las herramientas que tengo a mi alcance, analizo las ventajas
y empleo mis propios trucos. No creo que esto se pueda hacer con la cocina
francesa. Para mí, la cocina francesa o el cocinero francés viven en la
grandiosidad de la perfección, dentro y fuera, en el servicio y la dedicación”.
Otros escritores y cocineros han dedicado
interesantes comentarios sobre Carême, considerado el primer cocinero francés
que simplificó los menús, perfeccionados después por Auguste Escoffier. Para André L. Simon las salsas podían dividirse
en dos clases, las de Carême y las de Escoffier. Las salsas que solía preparar
Carême tenían un sabor fuerte y estaban muy especiadas, como la salsa bourguignonne, lasalmis, la Robert, la suprema o la holandesa, y ocultaban el sabor
de carnes, caza, pollo y pescados. Escoffier tomo como referencia el trabajo de
Carême y simplificó las salsas, las elaboró de tal manera que potenciaran el
sabor de cualquier plato. Jean François Revel, por su parte, reconoció el
importante papel que jugó en la consolidación de la gastronomía.
- Carême, M. A. Le cuisiner parisien ou
l´art de la cuisine française au dix-neuvième siècle: Traite des entrée
froides, des socles. Paris, Béthume et Plon, 1842.
- Carême, M. A. El arte de los fondos,
caldos, adobos y potajes. Barcelona, Tusquets, 1980.
- Dupays, P. La France gastronomique.
Paris, Editions de la Critique, 1955.
- Schraemli, H. Historia de la
gastronomía. Destino libro nº 171.
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